
Bajo la luz de la luna llena, mientras te encontrabas apaciblemente dormido irrumpía en tu cuarto, irrumpía en tus sueños y observaba tu dulce piel.
Mis deseos obsenos de besarte penetraban en mi cabeza sin parar, me acerque sigilosamente al borde de la cama y mi respiración se agitaba cada vez más mientras me despojaba lentamente de mis ropas entre las sábanas.
Con mi cuerpo desnudo y mi alma ardiente buscaba refugio en tu regazo, mientras te besaba te percataste de mi presencia y me abalanzaste fuertemente sobre la cama que sería cómplice de lo que sucedería esa noche.
Te arrojaste sobre mi sin ningún pudor y pude percibir cierto instinto animal en tu mirar, mi exitación era tan grande que pase por alto que detrás de esa sonrisa algo macabra tenías hambre de mi.
Me di cuenta demasiado tarde, que bebías de mi sangre que brotaba por mi cuello y mientras mi lastímero intento de gritar te exitaba más, mi debilidad se hacia más latente.
El dolor era grande pero no obstante dejaba de pensar en lo que me llevo esa noche hasta ti ese placer que sentía al recorrerte la piel en mis sueños más OBSCUROS.
Debilitada y herida unos minutos después de tu festín el dolor agudo de mi cuerpo desapareció y sin embargo, el dolor de la ausencia de un alma quebró todo mi ser.
Al incorporarme pude ver tu faz y mientras te reías pude oírte murmurar -ahora serás mía para toda la eternidad-.